La media naranja de Aristófanes

Aprendido desde el Romanticismo de fines del siglo XVIII y principios del XIX la humanidad ama según una leyenda griega. Rescatado de uno de los textos más famosos de Platón , integramos el concepto de que amar es la eterna búsqueda de la propia carencia. Aunque todos hayamos actuado en algún momento bajo esa influencia cultural son pocos los que conocen realmente su origen.

Fue en una cena imaginada por Platón donde apareció por primera vez el mito que marcaría a la humanidad para siglos futuros. Entre los comensales, donde se encontraba el ilustre Sócrates, se comenzó a divagar sobre Eros y el amor. Fue en ese diálogo donde Arístofanes, conocedor del origen de tan misterioso sentimiento, describió su leyenda. Según él, fue Júpiter quien nos condenó a vivir vacíos por toda la eternidad.

Aristófanes contó que al principio la humanidad era perfecta. En los orígenes, los humanos disfrutábamos de tres géneros diferentes; masculino, femenino y andrógino. Éramos redondos de espalda y gozábamos de cuatro brazos y otras tantas piernas. Aunque teníamos una sola cabeza disponíamos de dos rostros contrapuestos. Una vigorosa forma, robusta y de corazón animoso que, según relató, nos alentó a escalar a los cielos con la intención de desafiar a los dioses. Fue esa bravuconería por la que Júpiter, rehuyendo la idea inicial de eliminarnos, decidió como castigo trocearnos en dos mitades y amilanar así nuestra ímpetu.

Ese castigo no trascendería generaciones si las consecuencias del mismo no hubieran resultado tan dramáticas para la humanidad como lo fueron; «Hecha esta división, cada mitad hacía esfuerzos para encontrar la otra mitad de que había sido separada; y cuando se encontraban ambas, se abrazaban y se unían, llevadas del deseo de entrar en su antigua unidad, con ardor tal que, abrazadas, perecían de hambre e inacción, no queriendo hacer nada la una sin la otra». Júpiter no vislumbró entonces que el angustioso tormento en la búsqueda, que aquel fatídico abrazo hacia la inanición, atormentaría por siglos las parejas de enamorados.

Pero esta trágica y eterna búsqueda del amor incompleto ya la conocemos. Las palabras de Aristófanes y la pluma de Platón tan solo encendieron la mecha. Las religiones, los sistemas socio-económicos e infinidad de poetas se encargaron del resto. Por siglos lograron que grabáramos bien a fuego lo inconcluso de nuestro ser. El trabajo de tatuarnos al alma la búsqueda completa del amor en la mitad que nos falta fue exquisito. Nadie en sus primeros amores pudo escapar de él. Sin embargo, es curioso como durante la adaptación del mito y la creación del amor platónico olvidamos aquello que no nos interesó. Ningún poeta, ni sistema socio-económico, ni mucho menos religión alguna, incidió en el hecho de que al inicio de los tiempos, en los instantes de la perfección humana, éramos tres los géneros que poblábamos la tierra. 

El corazón vigoroso y perfecto del origen no se completa tan solo, según Platón y su mito, con nuestra otra mitad. Fue sólo de ella de la que Júpiter nos separó y nosotros, los humanos, hicimos lo propio con el género que menos nos acomodaba. Y esa distancia se convirtió en olvido, y el olvido en abominación, y la abominación en odio. De ello se encargaron también religiones, sistemas socio-económicos e incluso algún que otro poeta.

Tres eran los géneros que los dioses asignaron a la perfección humana. Y siendo tres las categorías nada especificaron sobre la sexualidad que cada una de ella debía seguir. Como buenos dioses sólo nos dieron las herramientas, sólo definieron nuestro género y dejaron a nuestro libre albedrío la sexualidad que nos viniera en gana. 

Pasó mucho tiempo ya desde aquel castigo y parece que lo olvidamos. Quizás, como al inicio de los tiempos, volvemos a sentirnos divinos y nos cegamos ante la rivalidad del Olimpo. Como deidades que nos creemos nos sentimos con el poder de limitar la sexualidad de la humanidad en la tierra. Y eso es peligroso, considerarse dioses puede despertar rencillas pasadas. ¿Tendrá que desperezarse Júpiter para venir a tirarnos de las orejas y recordarnos de nuevo que son sólo ellos los que definen nuestra existencia?.

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