Tengo bulla por pertenecer y visibilizarme.
Por desvincularme, esconderme,
hacerme enana y volar a lo ancho.
Tengo bulla por comer conscientemente
lo que te nace del pecho,
que me alimenten tus raíces,
tus dedos tiernos, tu pelo suelto.
Tengo bulla y tengo hambre.
Sobre todo bulla
porque tengo un hambre
que me estruja las tripas
cuando pienso en amarme
y en tragar
tu saliva
viva
– dame –
La bulla,
esa bulla que tengo adentro
se queda tranquila a leerme un cuento.
La bulla,
esa bulla que tengo a mi lado
me elige la tinta y le escribo un texto.
La bulla es el jaleo desbocao
en las bocas de las vecinas,
los cristales rotos
de debajo de la alfombra,
el sudor del amante
empapando las cortinas,
es el albero amarillo
en los mocos del obrero,
la bulla es el olor del aliento
de las niñas perdidas.
Bulla es lo periférico del pecho.
Saltar al abismo
es caer en una bulla acolchada que te acuna
el billete de ida.
El bullicio certero.
Conviértete en tiburón,
si quieres,
yo he de nacer mar adentro
con la bulla de las olas
cincelándome este templo.
Ya sabes dónde encontrarme.
Vivo detrás del silencio.