Actualmente se cuestiona todo con o sin fundamento. Hemos llegado a refutar, en pleno siglo XXI, cosas tan inverosímiles como que la tierra realmente no es un globo, o que el hombre no llegó a la Luna, o que quizás el titanic realmente nunca se hundió, e incluso algunos han puesto en duda la existencia de Finlandia. Todos debates controvertidos, pero nadie, ni el más conspiranoico ni científico de pura cepa ha puesto jamás en duda nuestro patrón de sueño.
Dormimos ocho horas de un tirón y así lo aconsejan los cánones para un correcto descanso, pero ¿qué pensarías si te digo que quizás esta norma no es natural? Poniendo esto en duda sé que ando por terreno pantanoso, incluso puedas empezar a creer que es una nueva y ridícula teoría conspiranoica pero déjame explicártelo.
La historia habla
En el año 2001 Roger Ekirch, historiador de la Virginia Tech, sacó a la luz unos resultados sorprendentes que más tarde recopilaría en un libro. Tras años investigando referencias históricas de fuentes como cartas, diarios, dichos populares, poesías, libros de medicina, autobiografías, obras de teatro, baladas o incluso notas de tribunales, observó que en la antigüedad los humanos no dormíamos “de un tirón”.
Ekirch hace incluso referencia a algunas de las obras de la humanidad más importantes como como La Odisea de Homero o Los cuentos de Canterbury donde hablan de un patrón de sueño nocturno diferente. Y es que este patrón no solo se repetía en todas las fuentes consultadas, diversos antropólogos observaron que otras culturas dispares como las africanas realizaban una pauta de sueño idéntica.
Pero, ¿cuál es este patrón tan diferente? Al parecer, según las investigaciones de Ekirch, los humanos en la antigüedad solíamos dormir en dos tramos diferenciados de aproximadamente cuatro horas cada uno con una pausa entre ellos de entre una a dos horas aproximadamente.
Los humanos solíamos dormir en dos tramos de aproximadamente cuatro horas separados por una vigilia de una a dos horas
Durante esa pausa nocturna del sueño los humanos hacíamos un popurrí de actividades. La más común consistía en quedarse en la cama charlando con familiares o parejas. Entre los pobres, al dormir hacinados, este momento se transformaba en un espacio idóneo para crear cohesión. Registros indican que algunas personas iban incluso de visita a charlar con sus vecinos. Otros rezaban, como se puede ver en multitud de manuales de oraciones para las horas de vigilia del siglo XV. Otros sin embargo, aprovechaban para tener relaciones de pareja. Existe un manual de medicina francés del siglo XVI que argumentaba que el mejor momento para concebir, donde se disfrutaba más y se hace mejor, es justamente “tras el primer sueño”.
La Ciencia lo confirma
El resultado de esta investigación histórica puede resultar chocante y atribuible a algún tipo de error. Pero lo curioso es que diez años antes a esta observación, Thomas Wehr, un experto psiquiatra del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos se encontró con algo parecido en un estudio que realizó sobre el sueño.
En el experimento Wehr privó de cualquier tipo de luz artificial durante catorce horas nocturnas por un mes a los participantes. A las semanas los individuos comenzaron a regular su sueño de forma “extraña”. Empezaron a dormir en periodos de cuatro horas tras la cuales se despertaban durante una o dos horas y volvían a dormir otras cuatro. Wehr observó también que estos despertares no provocaban angustia, al revés, eran calmados, tranquilizadores y se producían de forma natural, sin ningún tipo de alarma o ruino que los desvelara..
La Luz, la “droga” que todo lo alteró
En los resultados obtenidos por Ekirch se concluye que las referencias a este patrón del sueño antiguo comenzaron a desaparecer a finales del siglo XVII. La razón del cambio, la luz artificial. De repente la noche pasó de ser un lugar peligroso lleno de malhechores y delincuentes a una prolongación del día. El crepúsculo, antes visto como un espacio sin ningún valor social por las clases altas, ahora comenzaba a ser imprescindible.
La luz artificial alteró completamente nuestra relación con el sueño, nuestros patrones se vieron enteramente afectados
El cambió se inició en las clases altas del norte de Europa y poco a poco se fue distribuyendo por todos los territorios y estratos sociales. La iluminación trajo consigo un aumento de cafés y recintos que permitían permanecer toda la noche abiertos y que restaban tiempo al descanso. El crepúsculo pasó de repente a estar de moda y malgastar horas echado en la cama, se convirtió en una pérdida de tiempo.
Las clases altas incluyeron iluminación nocturna en sus casas para realizar tertulias. Entre las clases bajas, se popularizó socializar a estas horas de la noche. Los católicos y protestantes comenzaron a celebrar misas nocturnas en los tiempos de persecución. Según Ekirch, se comenzó a tener más consideración con la eficacia del tiempo.
En un diario médico del siglo XIX aparece aparece la siguiente recomendación;
Salvo enfermedad o accidente, los hijos deben ser acostumbrados a descansar lo relativo al primer sueño nada más. Un hijo bien educado debe romper el patrón de primer y segundo sueño. Si pretende dormir nuevamente, hay que corregirlo pues es una mala costumbre que no añade beneficio alguno.

Y es que todas las fuentes antiguas convienen en que desvelarse era costumbre y no el fruto de un mal descanso o de una mala noche. La vorágine que trajo la luz artificial nos privó de esta pausa ancestral.
Tal vez nos debiéramos preguntar si es hora de alterar nuevamente nuestro modo de vivir. Puede que sea el momento de abrir un “nuevo” patrón de descanso nocturno, sin móviles ni distracciones, que nos cree un espacio íntimo y único para charlar y conectar con los nuestros.
Sea como fuere, volvamos o no a ese modo de vida y olvidándonos que el despertador sonará a las 7:00 a.m., la próxima vez que te desveles en la noche y no consigas conciliar el sueño, piensa en tus antepasados y relájate. La noche también se hizo para disfrutar su oscuridad en la cama.
El mito de dormir ocho horas – BBC News Mundo
Evolución y Neurociencias: Dormir en dos tiempos (evolucionyneurociencias.blogspot.com)