¿Aumentar impuestos para acabar con las bebidas azucaradas?

Esta es la pregunta clave que se planteó el Dr. José Miguel Martín, de la universidad sevillana Pablo de Olavide, y a la que le dedica uno de sus últimos libros “Los impuestos sobre las bebidas azucaradas”. En el libro se analizan multitud de precedentes, investigaciones desde el punto de vista económico, social y médico, e incluso se le da cabida a indagar sobre las estrategias industriales que fomentan su consumo.

Los impuestos al azúcar no son innovadores, pero sí que abren un nuevo camino, como indica el autor, al imponer impuestos de finalidad “extrafiscal” sobre alimentos (hasta ahora esta vía se había explorado principalmente en el ámbito  medioambiental). La intención es desincentivar el consumo no del producto en sí, sino de la “forma de ingesta”. ¿Por qué se hace esto? ¿Por qué no desincentivar todo el consumo de azúcar? A efectos prácticos, es mucho más complejo, y este sector, el de las bebidas azucaradas, es más “abarcable” por parte de las entidades públicas.

Pero hay un motivo adicional y muy preocupante. La Organización Mundial de la Salud (OMS) propone un consumo máximo de azúcar libre (añadidos, o presentes de forma natural en miel, zumos de frutas, jarabes, etc.) de 50 gramos al día, aunque aconseja que no se superen los 25. Esto es menos de un vaso diario de bebida azucarada. El promedio de consumo en España de estas bebidas es de 40 litros por persona y año, cifra muy inferior a la consumida Latinoamérica y EEUU, pero muy preocupante aún así, ya que esos 25 gramos diarios incluyen todas las fuentes de azúcar libre, y no sólo las bebidas.

… más del 90% de niños y un 87% de adolescentes consumen más (azúcar) de lo aconsejado.

¿Qué porcentaje de la población española incumple las recomendaciones de la OMS? Tristemente, aproximadamente un 40% de los niños y casi un 50% de los adolescentes en nuestro país incumple los máximos sugeridos. Pero si consideramos los 25 g/día, más del 90% de niños y un 87% de adolescentes consumen más de lo aconsejado. Los adultos y ancianos, aunque muy por debajo de estas cifras, también tienen porcentajes moderados de excesos con el azúcar. Y aquí está el segundo motivo para considerar el sector de las bebidas azucaradas para incluir impuestos adicionales, y es que más del 25% de los azúcares libres consumidos tienen este origen, muy por encima de cualquier otra fuente de azúcar, incluido el propio azúcar.

Los problemas asociados a estos consumos son ya conocidos por todos, incluyendo diabetes, colesterol, problemas cardiovasculares, obesidad, y un largo etcétera que pueden incluir hasta cáncer de vejiga. Además, ingerir azúcar en bebidas está comprobado que contribuye en mayor medida al aumento de peso que las mismas calorías ingeridas en forma sólida. ¿Por qué? Las bebidas no generan la misma saciedad que las comidas, pudiendo ingerir mayores cantidades, pero también es un problema de la ausencia de otros nutrientes en estos líquidos.

El autor de la investigación va más allá, viendo los costes económicos para el estado y el bolsillo de los consumidores. Para futuros artículos incluso podremos ver en qué se basan dichos costes y experiencias en otros países. Sin embargo, dadas las cualidades del producto, vamos a centrarnos ahora en cómo se ha conseguido que el consumo de bebidas azucaradas sea tan elevado.

La industria de las bebidas azucaradas

En primer lugar, la industria ha introducido el mensaje de que sus productos, perjudiciales para la salud, pueden incluirse en dietas sanas siempre y cuando se haga ejercicio. Así, sus esfuerzos para estar presentes en el mundo deportivo, financiando eventos, siendo la imagen de referencia en competiciones, en equipos, etc. ha hecho que podamos asociarlos a un mundo en el que se puede decir que prima la salud. Sin embargo, está visto y comprobado, dice el autor, que para una buena salud es mucho más importante la calidad y cantidad de lo que se consume que la cantidad de ejercicio.

bebidas azucaradas
CeRo en Pixabay

Acompañando a esta primera falacia, se dispone otro comunicado implícito, no menos alarmante, de que la responsabilidad es del consumidor. La combinación de ambos mensajes excluye por completo a la industria de sus responsabilidades como productor de un alimento perjudicial para nuestra salud. Igual que se hace con los problemas ambientales, la industria pone la clave de la solución en nuestras manos, permitiendo que ellos, con todo su armamento de marketing, puedan continuar haciendo a su gusto.

Pero, no contentos con eso, financian investigaciones que puedan sembrar duda sobre evidencias nutricionales, financian campañas que puedan criticar posibles medidas públicas para regular el sector, contratan caras conocidas para promocionar sus productos, e incluso crean productos más “sanos” para “compensar” sus acciones. Estos productos más “sanos” están normalmente basados en el uso de endulzantes artificiales, cuyos beneficios no están comprobados en absoluto.

Con semejante arsenal de posibilidades, económicas y sociales, ¿cómo hacerles frente? Hace poco, el legislador español aprobó una polémica subida del IVA (del 10 al 21%) para todas las bebidas endulzadas (con azúcares o edulcorantes). Aunque eluda penalizar específicamente el consumo de azúcares, no deja de ser una medida en la senda de señalar determinados consumos como potencialmente nocivos a través de los impuestos; cuestión que ha empezado a debatirse también en otros ámbitos como el del consumo de carne, dulces, aperitivos fritos, etc. 

Como no podía ser de otra manera,  esta medida recibió una oleada de críticas, en gran parte desde la oposición política. Sin consenso los posibles avances son lentos. Sin embargo, el Dr. Martín plantea en su libro una serie de medidas que podrían empezar a hacer repensar esta nociva empresa. Aunque la responsabilidad no sea enteramente tuya, ¿quieres seguir contribuyendo a estas actividades nocivas para tantos?

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