En medio de la segunda guerra púnica, la amurallada ciudad de Siracusa resistía heróica al feroz asedio de la República Romana. Esta polis griega, situada al este de la isla italiana de Sicilia, se encontraba hacia el año 214 a.C. sitiada por su enemigo. Durante largos años sufrieron las insistentes embestidas de una de las potencias militares de la época. Pocos eran entonces capaces de comprender cómo conseguían retener tales acometidas durante tanto tiempo. Marco Claudio Marcelo, comandante romano de las tropas de asedio, conocía el motivo. Tras las murallas, en el corazón de Siracusa, se encontraba un hombre especial. Un genio cuyas armas defensivas contenían una y otra vez a toda una superpotencia. Un lunático que, descrito así según el historiador griego Plutarco en Vidas paralelas, se había convertido en uno de los científicos más importantes de la historia;
“se olvidaba del alimento y no cuidaba de su persona; y llevado por la fuerza a ungirse y bañarse, formaba figuras geométricas en el mismo hogar, y después de ungido tiraba líneas con el dedo, estando verdaderamente fuera de sí, y como poseído por las musas, por el sumo placer que en estas ocupaciones hallaba”.
Este loco era Arquímedes, oriundo de la ciudad y uno de los matemáticos más grandes de la historia. Aunque se conocen pocos datos sobre su vida sabemos que durante su juventud viajó a la Alejandría de los Ptolomeos a profundizar en la herencia matemática del gran Euclides. Allí conoció a Eratóstenes, con quien compartió amistad, inquietudes y correspondencia hasta su muerte. Tras su estancia formativa en Egipto, Arquímedes regresó para continuar ahondando sus reflexiones intelectuales en su ciudad natal. Allí Arquímedes no sólo transformó sus pensamientos en geniales cálculos y principios matemáticos, además consiguió hacerlos realidad. Arquímedes aplicó su intelecto al desarrollo y defensa de su pueblo. La utilidad de sus ideas fue una constante gracias al rey Hierón II quien vio en el científico unas capacidades únicas para mejorar su reino.
“Su magnífico intelecto, la formación en Alejandría, el intercambio intelectual con sus colegas alejandrinos y la materialización de sus ideas fue sin duda lo que, en tiempos convulsos, consiguió contener las feroces y crueles embestidas que los acechaban.”

Pero seguramente todos conozcan cómo finalizó el sitio de Siracusa. Durante la festividad de Artemisia una avanzadilla de romanos consiguió penetrar las murallas. Los siracusanos relajaron su vigilancia durante las fiestas y ese error fue fatal. El comandante Romano Marco Claudio Marcelo fue claro en sus órdenes, la vida de Arquímedes debía ser respetada. Este lo admiraba y además de conocerlo, quería poner su intelecto a trabajar para la República.
Sin embargo los soldados desatendieron sus órdenes. No está claro cómo sucedió la muerte de Arquímedes pero existen algunas referencias transformadas en leyendas sobre ello. Una de las más conocidas nos dice que Arquímedes estaba resolviendo un problema matemático cuando un soldado romano le ordenó ir a ver al comandante. Arquímedes no se movió argumentando que debía resolver un problema matemático que tenía frente a él. Es entonces cuando el soldado, iracundo ante su respuesta, movió los documentos del matemático quien dijo; “No toque mis círculos” o como pasó para la historia la famosa frase “Noli turbare círculos meos”. Tras esto, el soldado atravesó con su espada al loco-genio acabando ahí mismo con su existencia.
Al conocer la vida de Arquímedes no consigo dejar de imaginar una historia alternativa. No puedo evitar pensar qué hubiera sucedido si el vigía no se hubiera adormecido. ¿Cuánto más hubieran aguantado los inventos defensivos de Arquímedes? Nunca lo sabremos. Lo único que sí conocemos con seguridad, y que nos demostró durante un bienio el genio de Arquímedes, es que la ciencia es hoy por hoy el mejor camino que tenemos para intentar retener cualquier acometida. Ya sean ejércitos invasores, o plagas, o alteraciones climáticas, lo que no cabe duda es que, si nos dormimos en celebraciones y continuamos obviando a la ciencia, tarde o temprano las adversidades penetrarán nuestras murallas.