Parece mentira que nos tengan que decir que estamos agrediendo

Tantas conversaciones dolorosas que siguen un pensamiento repetido: “¿cómo somos capaces de estar agrediendo sin sentirnos mal?” ¿Quiénes nos creemos que somos para poder hacer lo que hacemos tan impunemente? Más de la mitad de la población amenazada, y ¿¡nos lo tienen que decir!?

Mis hermanas, mi madre, mis amigas, mi pareja…TODAS las mujeres de mi vida han pasado por algo así. Y eso no es normal. Me entra de todo por el cuerpo. No dejo de escuchar ese miedo, no dejo de verlo.

Hace poco tuve un día idílico con mis hermanas, mi pareja, una amiga, y llegó ese momento que cada vez, por suerte, se repite más. Digo por suerte porque cada vez se puede hablar más de las agresiones. Todas y cada una de ellas tenía al menos una experiencia que la había marcado. Un profesor que la acorrala para meterle la lengua en la boca siendo menor de edad. Un compañero de trabajo que le agarra el culo. El pasajero de al lado que al despertar le está metiendo la mano en… 

Ante una agresión cada reacción puede ser tan diversa como mujeres hay, y sin embargo, a mi parecer todas tienen algo en común: el miedo y, me atrevería a decir que, la culpa. Comprendo que el miedo genera bloqueos, puede llevar a la huida, etc. No obstante, en este texto quiero centrarme en un tipo de reacción que ha llamado profundamente mi atención. 

Puedo entender que algunas mujeres están condicionadas desde pequeñas a responder de otra manera, han aprendido que nos tienen que tratar con dulzura o incluso desde el miedo. Las noticias, el juicio social, el patriarcado, todo las lleva a cargar con la culpa de lo que les ocurre. Obviamente no todas, y con el tiempo creo (y espero) que cada vez menos. Aún así, me cuesta entender como es posible que en muchos casos no haya una reacción contundente ante una agresión. Y de hecho, tuvieron que explicármelo. Me refiero a esas ocasiones en que, con calma y cautela, la mujer tiene que pedir al agresor que se vaya o que deje de hacer lo que está haciendo. ¿Con calma y cautela? Imaginemos por un segundo qué ocurre cuando un hombre le toca el culo a uno de estos “machos”, ¿cuánto tardaría en desaparecer la calma y la cautela?

Morgan Harper-Nichols en Pixabay

Lo que me dijeron me dejó muy impresionado, y lo digo con el estómago revuelto. Cuando un hombre hace un acercamiento violento-agresivo suele haber una reacción propiciada por el miedo, a huir o a defenderse excepto que realmente se vean en mucho peligro. Cuando hay mucho peligro, las estadísticas nos enseñan que es mejor que no se defiendan, porque pueden perder la vida. Esto, por terrible que sea, es comprensible. Lo que no terminaba de concebir era cuando la situación “no es violenta”. 

Me refiero a ocasiones en que a una mujer se le impone, que no deja de ser una agresión, una intimidad que el hombre cree que es agradable. Me explicaron que son ellas quienes, con la paralización que produce el miedo y la carga de la culpa, tienen que romper el ambiente, cortar lo que él cree que es una ocasión de disfrutar. Y es aquí donde me quedo fascinado, porque parece que somos nosotros quienes no entendemos. ¡Vamos a ver! Que alguien esté dormida y le metas mano ¡no es agradable! Si alguien, aunque inicialmente te haya invitado, te dice que te vayas de su casa, ¡te vas! Parece mentira que tengamos que decir estas palabras. Si eres un profesor y ves a una alumna incómoda cuando está a solas contigo ¡es porque lo está! ¡No insistas! 

Entiendo que las películas nos han enseñado que la pasión se desata en ellas a raíz de forzar un poco. Entiendo que la pornografía no ayuda en este aspecto, para nada, y mi sugerencia es que dejéis de verla. Entiendo que podemos estar llenos de frustraciones, porque hay promesas incumplidas de estabilidad emocional, de vivir en pareja… Puedo entender muchas cosas. Pero lo que no voy a justificar es que se piense que está bien AGREDIR a una mujer. 

Aurélien Dumont en Pixabay

Es un acto de egoísmo extremo dejarles a ellas la responsabilidad de parar. Ellas son quienes tienen miedo, ellas son quienes tienen que pasar por los traumas y otras consecuencias (físicas y psicológicas) que suponen las violaciones, las agresiones, etc. Dejar la responsabilidad de, con calma y dulzura, decirnos que lo dejemos ya, o el no ser capaces de ver hasta donde podemos llegar me parece, sencillamente, asqueroso. Nadie nos prometió todo, nadie nos dijo que pudiéramos tener lo que quisiéramos. ¡Maduremos de una vez!

Igual que nos enseñan que dos no pelean si uno no quiere, dos no se besan, no se tocan, no follan, si uno no quiere. Parece mentira tener que decir que no podemos imponernos a nadie, ni presionar, ni intimidar. Y sé que las personas que tendrían que leer esto no lo harán. Pero si lo estás leyendo, ayúdame a hacer que todos entendamos los límites. Y es que de eso va el mensaje, de apoyar, de entender que ella sabe lo que quiere, y si no se coincide, hay que retirarse.

 

 

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