¿Puede la producción de gambas ayudar a regenerar el manglar?

En Java (Indonesia), según la OCDE, el 95% de la superficie de manglar se convirtió a la acuicultura. A nivel nacional, Indonesia perdió más del 40% del manglar en apenas 30 años, de nuevo para destinar el terreno a la producción de mariscos y pescado, aunque también a la producción de sal y otros usos. Las oportunidades económicas se presentaron y, como suele ocurrir, la naturaleza se degrada. Pero, ¿y si este dejara de ser el caso?

 

Antes de que saquemos conclusiones precipitadas, debemos aclarar que lo que contamos se trata de un estudio preliminar llevado a cabo por la ONG Sustainable Fisheries Partnership (SFP), pero los resultados son prometedores. Empecemos por el principio.

El manglar es un ecosistema costero con la peculiaridad de que los árboles que lo conforman tienen una gran tolerancia a la salinidad del mar. El mangle, así se denomina el árbol que crea estos paisajes tan biodiversos, tiene características únicas que le han permitido colonizar áreas que otras plantas no podrían. La tolerancia a la sal, raíces expuestas que pueden quedar emergidas cuando baja la marea, grandes fijadores de CO2, entre otras muchas características impresionantes hacen destacar a las más de 50 especies de mangle.

Siendo tan especial, el manglar es un ambiente clave para la reproducción y la protección de muchas especies de peces, invertebrados marinos, e incluso algunos mamíferos marinos, y multitud de especies de aves. Además, estos ecosistemas son importantes para proteger las costas y sus gentes frente a tormentas, tsunamis, o incluso en la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, y por mucho que le debamos a estos ecosistemas, el desarrollo económico en zonas tropicales y subtropicales ha sido poco amable con estos hábitats. Una de las causas, quizás la más importante, es el desarrollo de piscinas donde producir marisco, en concreto, gambas y langostinos. 

manglar
Sean Phillips en Pixabay

El sistema es sencillo: necesitan espacio donde hacer piscinas, poner pequeñas gambas, y darles de comer para que crezcan lo más rápido posible. El problema ha sido dónde hacerlo. Se han arrasado miles y miles de hectáreas en Latinoamérica, China, el sudeste asiático, el Golfo Pérsico, y otros muchos lugares, para darle lugar a esta actividad económica. Encontramos tres tipos de producción, la extensiva, semi-intensiva e intensiva. Como sus nombres indican, es la intensidad de crianza lo que varía. Desde la extensiva, con muy poca tecnología involucrada, y como es natural, soportando una producción pequeña (baja densidad de gambas), hasta la intensiva (e incluso la hiper-intensiva) con hasta 3 cosechas anuales, mucha tecnología en el bombeo de agua, controles químicos, aireación, etc etc., y densidades muy altas de gambas. 

La producción extensiva es, obviamente, mucho más compatible con una posible regeneración ecosistémica. Las cantidades de comida y tratamientos que se les puedan poner en otros sistemas pueden producir contaminaciones que dificulten y retrasen la vuelta al equilibrio. Entonces, ¿cuál es la novedad?

En primer lugar, las pérdidas de manglar por acuicultura se están frenando a nivel global. Muy buena noticia. Pero además, y lo que es más emocionante, es que se está viendo un giro en el sector (muy incipiente) hacia sistemas de cría de gambas respetando el manglar y dando lugar para la regeneración del mismo. ¡Y hay más! Es muy común encontrar piscinas ya en desuso que pueden ser reconvertidas para iniciar la restauración de estos ecosistemas

 

Espacio para crecer

WikimediaImages en Pixabay

Los Proyectos de Mejora de la Acuicultura (AIP en inglés) son oportunidades para que personas e instituciones involucradas se pongan de acuerdo en cómo afrontar problemas prioritarios relacionados con el sistema productivo. En este caso, SFP trabaja con empresas comercializadoras, productoras, desarrolladores tecnológicos, etc., para promover los cambios necesarios para revertir la problemática del manglar. 

Según nos comenta Paul Bulcock, líder del proyecto, hay más de 450.000 hectáreas de piscinas abandonadas a nivel mundial, y aunque no todas tienen potencial para ser transformadas, el siguiente paso sería mapearlas y localizar lugares clave para empezar la regeneración. El mangle tarda entre 5 y 10 años en llegar a la madurez, por lo que no son procesos que ocurran de la noche a la mañana. Más aún porque, por mucho que nos gustaría acelerar el proceso, no se aconseja replantar.

Plantar mangles podría llevar a utilizar especies incorrectas, o situarlos en zonas incorrectas, o que se lleven a donde ya de por sí el manglar se está introduciendo y por tanto entorpeciendo el proceso natural… por lo que esta acción no está recomendada. ¿Qué es lo que sí se puede hacer? La regeneración del manglar comienza por eliminar elementos estresores, como pueden ser reconstruir las condiciones biofísicas originales. En concreto, volver al sistema hidrológico y de marea que permita la colonización natural del mangle. 

Por tanto, quien quiera regenerar manglar en estas circunstancias deberá hacer un estudio del área, encontrar piscinas adecuadas, hablar con los dueños de las piscinas, y comenzar un proceso en el que se involucre a personas y entidades para marcar la ruta. Ecuador, Vietnam, Indonesia, China, Tailandia, India y muchos otros países tienen un potencial enorme para restaurar un ecosistema tan rico como necesario. Sin embargo, en un marco tan diverso, las dificultades y oportunidades serán también heterogéneas. Por ejemplo, Vietnam tiene una gran superficie dedicada al cultivo extensivo de gambas en los campos de arroz (silvicultura), pero también han tomado la iniciativa de adaptar el cultivo para incluir mangles. 

Aunque es sólo una suposición, quizás debamos ser los consumidores quienes decidamos con nuestro dinero qué tipo de proyectos queremos financiar. Fomentar el cultivo de gambas, aunque sean baratas, puede salirnos caro, pero si elegimos bien, podemos estar ayudando a desarrollar proyectos respetuosos con la naturaleza.

 

Estudio de la OCDE aquí

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