Despedida

Querida ola de mar,

No viniste en mi mejor momento, ni tampoco diste con las personas que deberían esperar con ganas e ilusión tu llegada. A veces no sé si lo que siento cuando algo crece dentro de mí es un sentimiento mío, puro, o es un sentimiento generado por la sociedad que me rodea. Esa de los diez hijos, o la de “Me he quedado sin querer, pero voy a intentarlo y hacerlo lo mejor que pueda”, como mis queridas hermanas (mejores madres). Pero yo, que ya ando preguntándome qué hago en este mundo y que no elegí nacer, no te deseo lo mismo.

De padres irresponsables, de mucho miedo y culpa no se puede valer un ser con una necesidad de apego físico y emocional como la tuya, y totalmente dependiente. Intuyo que me enseñarías todo lo que sólo tú podrías enseñarme, pero también siento que no podría darte todo lo que necesites, pese a intentarlo. Entiendo la vida como un proceso difícil, duro y para colmo no me siento muy gustosa cuando comparto tiempo con bebés y niños ajenos. No sé si contigo podría ser diferente. Tampoco sé de dónde me viene esta falta, carencia o casuística. Pienso que siendo como una niña, aún en mi cuerpo de 34, no puedo tener un contacto normal con otros niños. Me cohíbo, siento que podéis tocar mi alma y eso me da miedo.

Si vinieras, creo que dejaría de tener ojos para todo lo que hoy me importa. El sacrificio que me supondría criarte, cuidarte y mantenerte se convertiría en tener ojos sólo para ti y seguramente, y como al final toda madre, lo haría con gusto. Me has enseñado sin acabar viniendo. Me has mostrado el camino. Me has señalado qué es lo que no quiero con mucha fuerza y has vuelto a reconducirme al camino que me debo, que es solo el mío. Nunca voy a olvidarme de ti, como no he podido hacerlo de la otra célula. Ambos me habéis enseñado lecciones muy valiosas. Mi primer bebé sol* me sacó de una relación de maltrato, y tú viniste a recordarme lo que no tengo que hacer, qué quiero cerca y qué no, y cómo manejar mi vida.

A mí esto me supone un duelo y una pérdida. Al observador que me juzgue, le presto mis ojos y mi forma de ver y sentir el mundo. Sólo las personas que pasamos por esto podemos darle voz. No he escuchado a ninguna mujer en las clínicas que no salga totalmente derrotada, con el llanto cogido al pecho. Y es una lástima que todo esté tan cerrado y lleno de vergüenza; que no podamos compartir lágrimas juntas en estos sitios tan fríos, pasando por la misma experiencia. Tengo la suerte de haber podido ir acompañada, incluso haber podido elegir entre familiares y amigos. He observado a mujeres que van solas, que salen totalmente desubicadas. Desconozco si por vergüenza a contarlo todo o por falta de comprensión en su entorno, pero me parece horrible pasar por este proceso sin compañía y que nadie que te conozca pueda sostenerte un rato.

Ahora os tengo, luceros, para acordarme cada día de mi vida, para veros en los ojos de cada niño, para imaginaros en los brazos de mi familia, ver vuestra cara, calcular vuestra edad y sentir impotencia porque pasó y no me sentí preparada. Os presto mi impotencia y os presto mis ojos llenos de lágrimas.

 

11/04/23

23/04/17

 

*Bebé Sol

 

 

 

 

 

Deja un comentario

Colabora

¿te gustaría participar en la bulla?

Escríbenos para divulgar tus publicaciones, imágenes o cualquier otra idea que te gustaría construir juntos